Trump y Musk: Alianzas, fracturas y la batalla por el futuro tecnológico de Estados Unidos


En una semana políticamente convulsa en Estados Unidos, dos de las figuras más polarizadoras e influyentes del país —Donald J. Trump, presidente en funciones, y Elon Musk, CEO de Tesla, SpaceX y X (antes Twitter)— han protagonizado una escalada pública de tensiones que pone en evidencia las tensiones estructurales entre poder político y poder tecnológico. A pesar de una relación que osciló durante años entre la colaboración pragmática y la admiración mutua, los últimos días han marcado un quiebre significativo. Esta ruptura, aunque no definitiva, revela profundas divergencias sobre inteligencia artificial, regulación digital y el papel del Estado frente a las grandes empresas tecnológicas.


Del idilio al desencuentro

Hasta hace apenas unos meses, Trump y Musk mantenían una relación simbiótica. Musk ayudó a devolverle a Trump su megáfono en redes al readmitirlo en X tras su suspensión permanente en 2021. A su vez, Trump elogió repetidamente a Musk como un “visionario” y “activo invaluable para el país”, especialmente por su papel en la industria aeroespacial y su aparente resistencia al “marxismo corporativo de Silicon Valley”.

Sin embargo, todo cambió en los días recientes. El detonante fue una propuesta de ley impulsada por la Casa Blanca que busca establecer un marco legal más estricto sobre el desarrollo y uso de sistemas de IA de avanzada.

Musk respondió con dureza. En una serie de publicaciones en X, acusó a Trump de “traicionar los principios de innovación y libertad empresarial” y de ceder ante “burócratas que no entienden la tecnología”. En una de las publicaciones más virales, escribió:

“Regulación no es sinónimo de seguridad. Esta ley podría matar la innovación en IA en EE. UU. y entregársela a China en bandeja de plata.”


La respuesta de Trump

Trump, fiel a su estilo, no tardó en responder con un mensaje público durante un mitin en Georgia el pasado jueves:

“Elon es brillante, pero últimamente parece que se ha olvidado de que este país necesita reglas para proteger a su gente. No gobernamos para multimillonarios, gobernamos para los estadounidenses.”

Además, funcionarios de su administración filtraron a diferentes medios que el gobierno contempla abrir investigaciones antimonopolio contra ciertas divisiones de Tesla y SpaceX, así como una auditoría federal al uso de subsidios en la expansión de Starlink en zonas rurales.


Implicaciones políticas y económicas

Detrás de este choque hay más que egos. Musk representa una visión libertaria-tecnocrática del futuro, donde los avances tecnológicos deben progresar sin ataduras gubernamentales. Trump, pese a su retórica populista pro-empresarial, está cada vez más rodeado de asesores nacionalistas económicos que ven en la IA una amenaza tanto para el empleo como para la seguridad nacional si no es regulada.

Los mercados han reaccionado con nerviosismo. El índice Nasdaq cayó el jueves un 2.1%, arrastrado por Tesla y otras tecnológicas. Mientras tanto, senadores tanto republicanos como demócratas empiezan a presionar por una “vía intermedia” que limite la influencia de megaempresas sin frenar el desarrollo tecnológico.


Un conflicto en evolución

A pesar de la escalada, ambas figuras se necesitan mutuamente. Trump sabe que Musk es un catalizador de inversión y confianza en la innovación estadounidense. Musk, por su parte, comprende que enfrentarse abiertamente al poder ejecutivo puede tener costos regulatorios reales. No sería extraño que en las próximas semanas veamos una “distensión pragmática” o incluso una negociación simbólica.

Sin embargo, lo ocurrido esta semana deja claro algo más profundo: el campo político ya no se define solo por derechas o izquierdas, sino por una nueva tensión entre tecnología y gobierno, entre poder privado global y soberanía nacional. En ese juego, Trump y Musk son más que individuos: son símbolos de un debate global que recién comienza. (Santiago S. Léon)