En días pasados, terminé de leer el libro “La vegetariana” de Han Kang, ganadora del Premio Nobel de Literatura 2024.
Esta historia de una mujer casada, que al ver cómo pasan sus días siendo una esposa encerrada en la rutina -perdiendo su esencia- se cuestiona los cánones sociales, para luego rebelarse en contra de las estrictas costumbres coreanas, lo que provoca que su marido reaccione de manera violenta para reafirmar su papel dominante. ¡Qué desesperación! Vivir una vida que no le gusta, que no desea y que la aprisiona.
Para la protagonista, como para muchas personas, este intento desesperado por recuperar la identidad y liberarse, no es un camino de resiliencia, sino uno de violencia, de atentados contra la dignidad y contra la salud mental. Fue en esta parte de la historia cuando me cuesitoné algo más, algo sobre la eterna paradoja del libre albedrío. ¿Cómo se logra el equilibrio entre el instinto humano por conseguir lo que queremos en la vida y el peligro íntrinseco de tomar acciones que pueden destruirla?
Al leer sobre la vida de la autora y reflexionar algunas de sus frases, encontré una que me ayudó, si no a responder por completo la pregunta, sí a entender por qué no siempre tenemos las respuestas: “Allí a donde hay sol, hay muchas flores. ¿Por qué entonces quieres ir por donde hay oscuridad?”
Esto resume, al menos para mi, la clave de la infelicidad. Esa tendencia que tenemos los seres humanos de ver el vaso medio vacío en vez de medio lleno. Fijarnos en lo que carecemos y no en lo que tenemos. Buscar el confort en lo material, el reconocimiento y la aceptación de terceros y, en general, concentrarnos en acciones que nos distraen de lo verdaderamente importante: lo que queremos ser; cómo queremos trascender por nosotros y para nosotros.
Buscamos encajar en la sociedad tomando los roles que la misma nos tiene predeterminados, como ejemplo, el del libro: una esposa abnegada y sufrida. O el profesionista que, a costa de su familia, el amor o su salud, busca por todos los medios el dinero y el reconocimiento creyendo que eso es el éxito. O aquellas personas que con tal de no estar solas incurren en conductas permisivas que van en contra de sus creencias y valores, tan solo para pertenecer.
Esa fue la reflexión que tuve, porque al final, para eso son los libros; para llevarnos a vivir, a través de sus personajes, vidas, situaciones, que podemos o no podemos comprender pero que siempre nos dejan un mensaje: ¿Qué pasaría si tiráramos a un gran bote de basura emocional todos los prejuicios, todos los roles impuestos, todo lo que no nos hace felices? ¿Qué pasaría si entendiéramos que el éxito es del ser y no del tener? ¿Qué pasaría si pudiéramos vivir como quisiéramos? ¿Qué haríamos con nuestra vida, si realmente la hiciéramos nuestra? (Donají Martínez Mercado/AI)
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