¡Qué te cuento!

Cuanta responsabilidad conlleva la palabra y la acción de recomendar. ¿Recomendar qué? Lo que sea, una vez que una decide recomendar algo, en ese momento compromete su palabra, sus gustos, aficiones y sobre todo recaerá sobre una la aprobación, disfrute y felicidad de los otros.

En recomendación cabe de todo. Puede ser un novio, un viaje, un restaurante, una serie, una película, una dieta, un libro, una terapia. Qué valientes son los recomendadores y los recomendados, unos por metiches y los otros por confiados.

Y es que en gustos se rompen géneros, no hay casi nada estándar. Si de sabores hablamos la gama es inmensa hay a los que les gusta más el dulce que lo salado, a algunos que les gusta combinarlos, unos disfrutamos del picante, otros son casi alérgicos. Si hablamos de viajes, el abanico de posibilidades es también enorme ¿qué prefieres montaña o playa? ¿te gustan los museos? ¿eres bueno para caminar? ¿ciudades modernas, antiguas, con historia, con buenos centros comerciales? Y así podemos llenar la hoja y tendremos más de una respuesta y todas serán correctas.

Si lo que recomiendas es un novio, la cosa se pone peor pues las consecuencias pueden ser fatales, una película como quiera la apagas, le adelantas o si estas en el cine te sales, pero, de una relación ¿cómo te sales sin daños colaterales? Y te aseguro que uno de esos daños colaterales se lo llevará el recomendador o recomendadora. Por eso mas vale que cada quién se busque sus galanes para “no salir como el cohetero”, dicho de mi mamá. Hay que tener cuidado porque las posibilidades de quedar mal son muy altas.

Se estarán preguntando ¿por dónde va este escrito? Mi intención inicial era recomendar un par de libros solo por el gusto de hacerlo, y fue cuando caí en la cuenta de los arriesgado que podía ser. Sobre todo, porque nadie me lo ha pedido, y porque no conozco los gustos de todos y sobre todo porque en el fondo no se a quienes me refiero cuando digo todos. Una recomendación al aire es lo que voy hacer y ahora sí que la cache quien quiera y/o pueda.

A mí me gusta que los libros me cuenten historias, si son reales o no me da igual, mientras estén bien contadas, con descripciones profundas y personajes que me hagan pensar, si encuentro uno o dos de esos por libro, me doy por bien servida. Me gusta sentir que vivo lo que leo, que conozco nuevos lugares, que los personajes podrían ser mis amigos o que, en una de esas, hasta podría ser yo la protagonista. Me gusta ver con la imaginación los colores, las texturas, las luces y las sombras, oler lo que comen, respirar, reír, llorar y angustiarme con los personajes. Odiar a los odiables y enamorarme de alguno que otro.

Así que no se asusten, no les voy a recomendar nada. Sólo les quiero contar, que en estos días está la feria del libro de la BUAP en el edificio Carolino, así que es doble placer la visita. Ver libros, novedades, autores, presentaciones y pasearse por los pasillos de uno de los edificios más bonitos de Puebla.

Las ferias de libros empezaron en el Siglo XV, la primera se celebró en Fráncfort, Alemania y básicamente fue un lugar de encuentro entre impresores y libreros, poco a poco fueron evolucionando y abriéndose a públicos menos especializados, captando la atención de lectores comunes y corrientes.

Con el tiempo empezó a replicarse en muchas otras ciudades de Europa, por ejemplo, la Feria del Libro de Madrid se instaló por primera vez en 1933, apoderándose desde entonces del Paseo de Recoletos y el Parque del Retiro, con puestos llenos de títulos conocidos, desconocidos y novedades. Esta feria sigue siendo una de las más famosas del mundo, donde cualquier autor estará muy complacido de participar. La gente hace filas inmensas por un libro autografiado o por la oportunidad de ver de cerca y escuchar al dueño o dueña de la pluma que lo ha hecho soñar tantas veces, que le dice cosas justo antes de dormir o que viaja de su mano en el metro todos los días.

Nosotros, los mexicanos también tenemos nuestra gran estrella si de ferias de libro hablamos, la FIL de Guadalajara nos pone en la boca del mundo de las letras todos los años, es sin duda un gran evento con su reconocimiento mundial. Pero a mí también me gustan las ferias más modestas, las que son más en corto, en las que se ve el esfuerzo de los libreros y editoriales por fomentar la lectura y captar nuevo a públicos. Y de esas hay un montón, en las comunidades, los pueblos, las escuelas, universidades, casas de la cultura.

Así que, faltando a mi palabra, les voy a recomendar que no le hagan el fuchi a ninguna feria de libro que se cruce en su camino, entren, observen, dense la oportunidad de conocer nuevos autores y de sumar un poco a este mundo de la lectura que muchos dicen que esta en peligro de extinción, no hagan caso lectores somos muchos, y gente queriendo decir cosas interesantes y contando historias maravillosas en sus libros hay también un montón. Lo que ellas y nosotros necesitamos es encontrarnos. Y las ferias del libro fomentarlo, por eso vayan a la Feria del libro de BUAP, apoyemos los esfuerzos y el fomento a la lectura. (Malusa Gómez)