Siendo el amor un tema universal, relacionado con todo lo que podemos considerar bueno en el mundo, en el marco del 8 de marzo, Día internacional de la Mujer, quiero hablar del amor, pero no del amor romántico de los poemas de Lord Byron, los versos de Bécquer, mis frases favoritas de “La Tregua” de Benedetti o el Capítulo 93 de “Rayuela” de Cortázar…
Hoy, quiero hablar del amor desde nuevas perspectivas, desde su evolución a partir del rol que tenemos las mujeres en el mundo; no del amor romántico o del fraterno o, en general del amor que expresamos a terceros, sino del amor propio como una característica que nos hace únicas y capaces de potencializar todo lo que hacemos; un amor con claridad, justicia, sinceridad, compromiso, espiritualidad, valores, comunidad, reciprocidad y perdón.
Bell Hooks una de las voces más destacadas del feminismo del siglo XXI, influenciada por grandes pensadores y humanistas contemporáneos como Erich Fromm, Paulo Freire, Lorraine Vivian Hansberry, Diane Ackerman, entre otras, nos muestra el amor desde la importancia del equilibrio entre darlo y recibirlo; cómo replantearnos el amor propio no narcisista ni excluyente.
Simone de Beauvoir, quien para mí es la feminista por excelencia, definió de una manera magistral el feminismo como “la forma de vivir individualmente y de luchar colectivamente”, pues considero que partiendo del autoconocimiento, del amor propio, de definir nuestro propósito, es como nos podemos identificar como seres libres e individuales desde nuestra esencia y no desde el rol que la sociedad nos impone; y es justo lograr definir nuestra identidad, lo que nos permite identificar nuestras capacidades y talentos para sumar a un mundo mejor.
¿No es acaso esta una visión muy optimista del amor, sobre todo cuando estamos viviendo en sociedades individualistas, egoístas, hipercompetitivas? ¿Qué tiene que ver el amor con el feminismo si su mediatización nos ha llevado a entenderlo como una guerra del hombre contra la mujer y no como el reconocimiento al respeto mutuo y empatía que deberíamos tener reciprocamente?
En este contexto de polarización es justo donde retomo el título de las reflexiones que hoy les comparto: qué buscamos en el amor o cómo planteamos el amor desde el feminismo. Y la respuesta, considero es reivindicarlo; entenderlo no sólo en su aspecto romántico, sino como una cohesión entre seres humanos, un sentimiento de confianza con el que todos, especialmente los más vulnerables, tengamos una fuerza común en contra de todo lo que descompone a las sociedades: la indiferencia, el desamparo, la alienación.
Cierro esta entrega con el mensaje con el que me quedo del libro “Todo sobre el amor” de Bell Hooks: el amor más importante, es el amor propio. Sólo si somos capaces de vernos y nos aceptamos en esa honestidad, estaremos en posibilidad de amarnos a nosotros mismos y afirmar nuestro propio valor.
Es justo en esta idea en donde, para mí, reside la esencia del feminismo, en crear una base de confianza, de autoestima, de aceptar nuestro verdadero yo y no aquél inventado para cumplir expectativas de los demás; donde a pesar de seguirnos enfrentando a una sociedad en la que aún luchamos contra el racismo, clasismo, machismo; en la que se da más valor a factores como la imagen, el éxito a cualquier costo y el egoísmo y la falta de empatía hacia los demás, se hace indispensable ser auténtico y defender aquello en lo que creemos.
Si nos planteamos el amor desde esta perspectiva, no queda sino verlo como un ideal, como ese elemento que ayuda no sólo en el camino para encontrar, defender y afianzar el rol de las mujeres en la sociedad, sino también para entender que es el elemento indispensable que lleva, mediante la compasión y la búsqueda de paz interior y con los demás, a poner fin a las desigualdades y a la lucha de poder entre individuos y comunidades. (Donaji Martínez Mercado)
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